En el anochecer tu ausencia traza
un mapa fidedigno de nuestro territorio.
Aníbal Núñez
en el anochecer
tiza
algunas de tus prendas,
tus jerseys de rayas,
el polo azul,
cosen en mí el desconcierto
de una necesidad animal,
alargar la mano y palpar los dedos extendidos tu corazón
también
sacudirte los restos de tiza
la ciudad del puerto
La ciudad del puerto tiene la barriga de agua espumosa
el cielo de carne de melón el camino rural
para el apartadero una garita de señales
y ninguna vía paralela una boca llena de viento una joroba maíz
cerrado alto crecido verde
le pregunté por qué precisamente tú
tienes que marcharte con esas gaviotas de tiza y le miré
de lado mientras hacía las maletas
Los pálidos señores de las tazas de moca, Herta Müller
conversación desubicada
no sé de dónde me llega /de mi cuerpo/ de tu mente/
esta fricción
de nuestras respiraciones encontradas
emoción homogénea de mi lengua
en tí
placer frío de tu cabeza ladeada
o de mis labios inmóviles conmovidos
por la presencia
que débil logro acariciar a veces
y al azar
tan sutil /que enloquece/ o desvanece/
percepción
en nuestras conversaciones desubicadas
es la emoción homogénea de tu lengua
sobre mí
mi paisaje oriental
tus pensamientos
de ayer
aún trazan tu contorno -en el aire-
de hoy
azul concentrado
en éste mi
cotidiano
paisaje oriental
mi amiga pilar dice
ayer te quitaste el sombrero
cuando tropezamos en la entrada
de la librería, en la radiante
plaza de las flores
me cediste tu silla galante
delante de dos cervezas
mi amiga pilar dice
sorprenderse de que no me encuentres divina
y no habla de mi pelo
yo sonrío
(¿o suspiro?)
colgándome de tu brazo
y te señalo
la luz de esta luna de octubre/brumosa sobre la gran vía
así es la vida,
descalza los pies al sol
descalza
los pies al sol
echada sobre el muro
ella juega en la arena fresca
mientras tú estás en clase
yo pienso en la rareza
de sentirte tan cercano
aunque te cortes el pelo
o vistas de otro azul
o nunca
hayamos hablado
también pienso en los trece días
que aún quedan
para que cambien la hora
el lenguaje de las mujeres
camina a mi lado en esta arena fresca
sube que te lleve
a mi lado vacío de la cama
ven que te llene
de caricias en los ojos y las manos y la frente y pueda hacerte el amor como mereces
pero solamente dije
-buenas noches-
las cartas de silvana
(me ha hecho reír, esta misma mañana)
...son cartas para tí, mami...
De quién/...del príncipe/ Cómo es ese príncipe/...rubio/ Cómo son sus ojos/ ...azules, príncipe, aquí está la princesa mami Elena, ven a bailar con ella, con su vestido rosa y va muy guapa.../ Me parece que el príncipe no está/ ...pues vamos a buscarlo por los juguetes... mami, no lo veo.../ Yo tampoco/ ...a lo mejor está escondido... o en un plato de cacahuetes... o está dentro del cuento.../ Sí, eso va a ser/ ...a lo mejor no viene porque no tienes carroza.../ Sí que tengo, tal vez lo que pasa es que no llevo los zapatos apropiados/ ...príncipe, aquí está la princesa mami Elena, que es mi mami, hace la comida, y tengo una bicicleta
enfermedades crónicas
hoy sábado otra vez
muero de vértigo
a los desaires
las no-caricias
las no-palabras
-hipersensibilidades congénitas varias-
ayer recordé por qué
quien no me conoce
me piensa fría distante incluso prepotente
ni táctica ni estrategia
soy lo que soy,
me acaloro subo bajo vuelvo -me contengo-
con indígena inocencia
me siento
con la barbilla apoyada
en el filo
de tu paciencia
-y te miro-
soy la que soy
y siempre fuí,
improvisada en táctica
y más que
pésima en estrategia
bello/momento/en perspectiva
(o cosas que prometo no olvidar)
no olvidaré más
conjurar
en mí lo bello
ni dejaré
de tejer
dulcemente el momento
estirar el brazo
y masticar
el día en perspectiva
el tubo
Definitivamente tenía la mirada triste.
Supongo que tendría algo que ver con el angosto y larguísimo tubo. Debía de ser muy profundo, tal vez llegase al centro de la Tierra, porque pasaban horas desde que le perdía de vista hasta que las primeras burbujas aparecían de repente sobre la negra agua helada. Después sus ojos cansados-exhaustos-moribundos. Definitivamente opacos.
No recuerdo el tiempo que pasaba allí sentada en el suelo, esperando algo diferente, un destello en esos ojos grises, un movimiento no rutinario, un leve sonido. En esos días inquietos, yo andaba dormida-ausente-sonámbula , concentrada solamente en la espera. A veces conseguía, con mucho esfuerzo, levantar la pesada tapa de cristal de la alcantarilla, y le lanzaba pedazos de pan. Entonces creía percibir algo de desdén en su mirada y corría avergonzada. Tardaba en volver, desanimada y cautelosa.
Un día, agotada de observarle, me arrodillé junto a la abertura del angosto y larguísimo tubo. Y metí la cabeza sin pensármelo, con los ojos abiertos, y la nariz y la boca. Me miró interrogante, sorprendido por aquella intromisión deliberada. Se limitó a decir: -Tengo frío-. Alargué los brazos, mechones de pelo pegado a la cara, escalofríos en el cuerpo, y logré estrecharlo contra mi pecho, las manos agarrotadas por la negra agua helada. Su piel era lisa, resplandeciente, y sonreía.
Corrí tropezando hacia la casa, subí resbalando por los escalones y abrí de un empujón la puerta de la cocina. Mis padres y mis hermanas estaban comiendo. Las cucharas quedaron suspendidas en el aire. Yo senté a mi delfín en una silla y le dí una cucharada de sopa caliente.
algún jueves
me revuelves el pelo
dejando una marca
con tu reloj sobre mi espalda
sin querer
tus frases silenciosas
se vuelven ondas
y con mi piel fabrican alas
y si finalmente
-¿algún jueves?-
me diriges la palabra
tu voz soñará eterna
y directa a mi yugular
entre lo bello y lo gris marengo (la experta)
sauce ciego:
cuando pasas de largo
me estremezco de gris marengo
desnuda
sigo caminando mientras
me envuelvo en Murakami y tus títulos y
me vuelvo una experta
en abrazarte
de lejos
dormida mujer dormida