terraza luminosa
de noches blancas
por
juego de caricias
siderales
nuevo a estrenar
inter-cambio
imprecisión
a ratos
me veo
en la imprecisión de tus pasos:
para callar
tu elaborada indiferencia
meterte la lengua
en la boca.
(no) conversación intr-ascendente
cuando lo que quisiera es
contarte
pequeñas cosas del alma,
vicios seculares
placeres morales
y otras
virtudes animales,
me resulta sacrílega
insoportable incluso
exasperante
toda esta
(no) conversación intr-ascendente
cuarta hora (no soy inasequible al desaliento)
el corazón garabatea
furioso y torpe
encima de la mesa,
la mente dibuja
en círculos
sobre la tristeza
ambos corren
mil palabras luz
por delante
de tí y de mí
segunda hora (la calima)
conocida inesperada
asfixia caliente
que nos trae la salvación
entreveo
envuelto en papel
el hueso de tu pierna,
tu pómulo claro
enterrado
en la maceta de la yuca
aspiración
en esta realidad repetida:
soy humo por tu garganta
me mezclo en tu saliva
me atraviesa
la brusca contracción
de tus pulmones
y termino dormida
en tu corazón suave
quiero ser
quiero ser
leve
en el vello de tu oreja
lenta
en el roce de tu lengua
llena
abrazando tu pupila
dilatada
por la espera
apunte de un viaje (en coche)
Las ventanas reflejan
el fuego de poniente
y flota una luz gris
que ha venido del mar.
En mí quiere quedarse
el día, que se muere,
como si yo, al mirarle,
lo pudiera salvar.
Y quién hay que me mire
y que pueda salvarme.
La luz se ha vuelto negra
y se ha borrado el mar.
Francisco Brines