del relámpago sin trueno
que enciende el ansia,
vomitando temores.
Y en el fondo
del vaso
tú
y yo en calma.
-¿vienes?-
el cielo abierto
conversación meteoro(i)lógica
permanece
lo que la piel inventó:
entre levantes
y falta de oxígeno
te sigo
imaginando.
-¿quieres hablar?-
- sopla el viento-
untitled
si pudiera contarte
las veces
que soplé en tu espalda,
si pudiera volar
coloreada en tus ojos
sobre espigas doradas,
te contaría
la cantidad infinita
de matices serenos
de días soleados
de tu voz apagada
agonía
Tú no vienes.
Te sientas a mi lado
y te gusta hacer preguntas
y esperas
que yo extraiga un pez brillante
del fondo del lago.
Pescadora no soy.
Nadie me ha visto enturbiando la orilla del río
con unas botas de agua.
Lo que estremece al buscador de oro,
ese brillo convulso,
para mí es dolor.
Luisa Castro
proyección ortogonal
sólo
la noche
enfoca tu abrazo a ciegas
proyecta cálidos dedos
-no te vayas-
sobre mi hombro
no quisiera que lloviera
No quisiera que lloviera te lo juro
que lloviera en esta ciudad
sin ti
y escuchar los ruidos del agua
al bajar
y pensar que allí donde estás viviendo
sin mí
llueve sobre la misma ciudad
Quizá tengas el cabello mojado
el teléfono a mano
que no usas
para llamarme
para decirme
esta noche te amo
me inundan los recuerdos de ti
discúlpame,
la literatura me mató
pero te le parecías tanto.
Cristina Peri Rossi
breve historia del vuelo de una libélula bermellón en primavera a modo de haikú
y tu respuesta
a su voz transparente
sólo gris eco
oda a la tristeza
Tristeza, escarabajo de siete patas rotas,
huevo de telaraña,
rata descalabrada,
esqueleto de perra:
Aquí no entras.
No pasas.
Ándate.
Vuelve
al Sur con tu paraguas,
vuelve
al Norte con tus dientes de culebra.
Aquí vive un poeta.
La tristeza no puede
entrar por estas puertas.
Por las ventanas
entra el aire del mundo,
las rojas rosas nuevas,
las banderas bordadas
del pueblo y sus victorias.
No puedes.
Aquí no entras.
Sacude
tus alas de murciélago,
yo pisaré las plumas
que caen de tu manto,
yo barreré los trozos
de tu cadáver hacia
las cuatro puntas del viento,
yo te torceré el cuello,
te coseré los ojos,
cortaré tu mortaja
y enterraré tus huesos roedores
bajo la primavera de un manzano.
Pablo Neruda